Por: Jhon Jairo Ocampo Cantillo

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Luego de intentar encontrar la mejor fuente para compartir con mis amigos y conocidos lo que condensara mis argumentos sobre la importancia de esta elección para Colombia, decidí escribir mis propias ideas y compartirlas con personas que aprecio y que por tanto sé que van intentar leer mis opiniones con interés. 

Luego de vivir más de 9 años en Francia, no hay momento en que uno se olvide de Colombia. Esto mismo dijo García Márquez en una entrevista cuando le preguntaron sobre su relación con Colombia. Y creo que esta frase la comparten muchos colombianos que vivimos en el exterior.

Colombia es un país de contrastes y nuestra diversidad geográfica, cultural, ambiental, gastronómica es incomparable.  Igualmente, nuestros problemas son del tamaño de nuestras riquezas. Después de más de 200 años de vida republicana, todavía nos cuesta entender nuestras culturas milenarias que aun silenciosamente cuidan los espacios naturales de Colombia y preservan una diversidad que sobrepasa las mezquindades heredadas de la colonización.

Colombia entre sus diversidades cuenta con grandes regiones, donde cada una podría ser un país en sí mismo. Por eso, quizás a veces nos cuesta mirarnos como un conjunto. Nos cuesta tener una visión de país que sobrepase el ego de las ciudades capitales. Nos cuesta entender las razones que han sumido el país en la violencia, el narcotráfico, la pobreza, el desplazamiento interno, la informalidad laboral, etc. Esto puede resumirse en una gran causa: las enormes desigualdades sociales.

Estos problemas no nacieron por si solos, existe un sinnúmero de causas históricas, económicas, geopolíticas que sería imposible describirlas en este texto. Pero si intentamos observar las causas políticas, diría que Colombia todavía está construyendo sus instituciones, y a pesar de que algunas funcionan relativamente bien, la mayoría no cuentan con la independencia, ni con una estructura sólida para mantenerse al margen de los gobiernos de turno.

Son estos últimos quienes les ha faltado una visión de Estado. Siguen interesados en sus propios intereses y en beneficiar a sus pequeños sectores. Hasta tal punto, que esos pocos se enriquecen con el Estado mientras que el Estado o mejor dicho su población (la gran mayoría) sigue empobrecida y excluida de servicios básicos como salud, educación, comunicación, transporte, internet, etc.

¿Pero entonces porque el país sigue eligiendo a los mismos que lo empobrecen? Yo creería que es por el espejismo de las riquezas de los barrios altos crean la ilusión que el país se está enriqueciendo, cuando en realidad se trata solo de una parte: los mismos que toman el Estado como su banco o empresa privada, sumado a la bien llamada inversión extranjera quienes gozan de los privilegios que no tienen los mismos ciudadanos colombianos. Bajo estas condiciones, los llamados “mercados” mostrarían su gran satisfacción mientras sigan adquiriendo a bajo costo los recursos del país. Cartagena es el ejemplo de este espejismo, en donde la población local le sirve a los foráneos las riquezas de esta bella ciudad.

En este contexto, este domingo Colombia se decanta entre dos E. Una Colombia-Empresa o una Colombia-Estado. En la primera, todo girara en el pretendido crecimiento económico, sin importar el costo de dicho crecimiento, así sea en perjuicio de derechos laborales, ambientales, nuestra soberanía alimentaria o energética. Colombia podría pasar a los mercados de bolsa del mundo para que sus recursos naturales sean ofrecidos al mejor postor. En términos sociales las desigualdades se profundizarán entre aquellos que se suben a la motoneta neoliberal, incluyendo sus economías naranjas donde lo que prima es la innovación o emprendimiento individual en desmedro de los derechos sociales profundizándose la precarización a través de la “flexibilización” laboral, la educación a crédito y la salud para el que se la pueda pagar.

Bajo una eventual Colombia-Estado. Se espera que las regiones tengan mayor participación en las decisiones políticas, se adoptarían planes estratégicos y macroeconómicos para mejor distribuir los recursos públicos focalizándose en los sectores más vulnerados. El acuerdo de Paz de 2016 sería una hoja de ruta para avanzar en una reforma agraria que devuelva tierras a los desplazados, se avanzaría en materia de verdad, justicia y reparación a los millones de víctimas del conflicto interno; se garantizaría una participación política a los grupos guerrilleros que también son el producto de la falta histórica de un Estado en las zonas rurales.

Se combatiría los grupos de narcotraficantes y de minera ilegal a través de una presencia del Estado más allá del plano militar, es decir ofreciendo alternativas viables para reemplazar el cultivo de droga por una infinidad de opciones en materia agrícola, turística y ambientales que el país puede ofrecer y que a falta de un Estado o por mantener un Estado “Mínimo” se han dejado estas regiones bajo el acecho de la ilegalidad y la violencia.

Por último, un tema que para mí es fundamental “la educación”. Esta dejaría de ser el privilegio de los que la pueden pagar o de los que se pueden endeudar. La Educación seria entendida como un derecho y no como una mercancía más del mercado. El Estado garantizaría una educación de calidad en condiciones dignas y adecuadas para todos incluyendo el nivel universitario. Se apoyaría al profesorado y la investigación científica, incluso científicos radicados en el exterior serian invitados para la construcción de conocimientos y tecnologías producidas por nosotros mismos. Esto daría pie a la construcción de una Colombia-Estado.  

Este domingo Colombia decide mantenerse en el atraso de una república sometida a los intereses de sus “elites”, o apostarle a construir un verdadero Estado, donde los intereses públicos primen sobre los privados, y donde la política construya las bases de la paz y no más bases para la guerra.

[1] Magister en Estudios del Desarrollo. Candidato a Doctor en Sociología de la Universidad de Paris 1 Panthéon Sorbonne. Corresponsal Internacional del Periódico LA LEY

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