La victoria de Gustavo Petro Urrego el 19 de junio de 2022 –con el 54.4 % de los votos sobre su oponente Rodolfo Hernández, se trata de la más alta votación obtenida por una candidatura presidencial en la historia política de Colombia y de la primera elección presidencial de un candidato de izquierda.

Freddy Sanjuanelo Carbonel2

En este marco, Petro obtuvo un mayor porcentaje final que en la elección de primera vuelta. Se puede conjeturar que la sociedad colombiana no es hoy tan conservadora ni comparte de manera totalizante los valores de la derecha, y eso es lo que determinó la derrota, además, del bajo favoritismo de popularidad por la gestión deficiente de Iván Duque en el gobierno, que recibió el país con una deuda del 20% sobre el PIB y la deja en un 68%, con déficit fiscal de 6,2% del PIB y un 7% para las cuentas con el exterior, gasto que está pagando la población que soporta una tremenda inflación, debiéndose hacer un fuerte ajuste fiscal, con recorte drástico del gasto, recurriéndose a una reforma tributaria impopular; como la de recibir un nivel de pobreza de 3.9 millones y lo entrega en 7.5 millones aproximadamente, por el deterioro  y la degradación de la calidad de vida del país, lo que al nuevo gobierno le va tocar pagar los platos rotos del gran desequilibrio económico dejado por los anteriores mandatarios.

Las principales preocupaciones de los ciudadanos sobre el devenir del país son las desigualdades sociales, las crisis del sistema educativo y de salud. como del sistema pensional, que los anteriores gobiernos habían prometido conjurara sin ningún acierto, teniendo en cuenta que Colombia es un país «muy desigual». La mayoría de los colombianos votó por un cambio donde todos tributemos proporcionalmente a nuestras ganancias, para que se pueda financiar una educación totalmente gratuita, reformar el sistema de salud y de previsión social y aumentar las ayudas a los más necesitados. Lo que volcó otra vez a la opinión ciudadana a favor de Petro fueron los valores y aspiraciones presentes en la sociedad que encontraron en sus propuestas una mejor respuesta, o en todo caso la más viable y seria, con un mandato programático claro entre una oferta bastante dispersa que presentó su oponente; además, de presentarse como una esperanza movilizadora de pasiones, de adhesiones voluntarias, que resanen los odios y resentimientos anidados por muchos tiempo en los corazones recalcitrantes, extremistas y radicales.

Para ello, dispone de una gran mayoría en ambas cámaras para cambiar las principales legislaciones, incluyendo las leyes orgánicas constitucionales, aunque no para cambiar la Constitución de acuerdo con la letra de las normas vigentes. En todo caso, dispone de mayorías simples para cambios tributarios y laborales, con una oposición minoritaria, aunque muchos dicen que los verdaderos opositores serán la revista Semana y los Gilinski. El gran interrogante político es si se trata de una mayoría teórica o de una sustantiva, capaz de expresarse en votos suficientes en el Parlamento para las reformas principales. Aunque la prueba de fuego para ver de que está hechas esas mayorías es con la presentación de los proyectos de reformas, especialmente la tributaria.

Pueda ser que este gobierno con un buen equipo articule a los actores de la producción para enfrentar los desafíos de corto plazo, que vienen de un contexto externo con grandes dificultades, así como los desafíos de largo plazo, que incluyen la necesidad de mejorar la distribución primaria del ingreso (con reformas laborales y al emprendimiento) y la distribución secundaria (con reformas tributarias progresivas y programas sociales universales), además, de acelerar el crecimiento usando las rentas de los recursos naturales –que hoy se regalan a empresas transnacionales– para invertirlas en más economía del conocimiento y de la innovación.

El nuevo presidente Petro reconoce en el discurso pronunciado la noche de su victoria, que ante la fuerte abstención el sistema político necesita recuperar la confianza ciudadana y mencionó un tema crucial: el respeto por la veracidad de la palabra. La política democrática se ha transformando en Colombia en las últimas décadas en un proceso que terminó haciendo de la necesidad (salir pacíficamente del atolladero del despilfarro por la inclemente corrupción) proponiendo superar una institucionalidad antidemocrática, incluso haciendo lo propio con el modelo económico neoliberal y la gigantesca concentración económica a que ha dado lugar, muy a pesar que los ciudadanos habían cuestionado la autenticidad del discurso democrático y de sus promesas, primordial y fundacional, de dejar atrás la herencia de «democracia protegida» y de Estado mínimo que tan hábilmente el grupo de civiles de derecha y ultraderecha apoyó a los anteriores gobiernos por más de dos siglos El presidente electo le ha propuesto al país iniciar la reversión de esta situación, que refleja un escepticismo generalizado sobre las posibilidades transformadoras de la acción política, especialmente entre las nuevas generaciones que reclaman cambios radicales en los programas de gobierno, a pesar de las movilizaciones estudiantiles y gremiales de 2021 y de la entrada al Parlamento de muchos dirigentes más representativos del Pacto Histórico.

¿Qué significa la victoria de Petro en Colombia para la izquierda en América Latina?

El triunfo del izquierdista Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia y su agenda, vuelven a poner el foco en la izquierda de América Latina, que llegó al poder en gran parte del continente a principios de siglo pero que decayó en la última década. Alberto Vergara, politólogo de la Universidad del Pacífico en Lima, Perú, explica “que lo que muchos describen como una "ola izquierdista" que parece invadir la región ocurre ahora porque la gente se cansó de la "nueva derecha" que gobernó recientemente en algunos países. Y que: La derecha en América Latina trató por años de disuadir a la gente de votar por la izquierda acusándola de comunista, pero esta táctica dejó de funcionar” la cual su forma de hacer política sufrió un desgaste, que cansaron a la gente, cuyos programas eran pocos atractivos al no tener un proyecto definido o algo nuevo en favor de la población más vulnerable que se ha vuelto mayoritaria, queriendo probar con nuevas opciones de movimientos alternativos, para un verdadero cambio por la vida como lo propuso Petro en contraposición de la derecha radical que ya no tiene nada que ofrecer, que ha ido perdiendo relevancia, para lo cual debe revaluarse y replantearse, despojándose del manto autoritario y antiprogresista conservadurista. Porque ya no convence el discurso de "no voten por la izquierda comunista porque van a convertir a Colombia en otra Venezuela”.

Aunque hay un grupo importante de la población a la que le asusta que llegue un gobierno que lleve al país a algo semejante a lo que hizo Chávez y Maduro con Venezuela, en la práctica como ha sucedido en otros países del continente, efectivamente, esta perorata recientemente no tuvo éxito en México, Honduras, Chile, Perú y ni ahora en Colombia. La situación social y económica está tan complicada que ya la gente no vota a través del miedo sino por un cambio. Ahora le toca obligadamente a Petro aprovechando que es un gran líder político con mucha experiencia, por su paso en la alcaldía de Bogotá, que también ha sido un parlamentario de una larga trayectoria, que ha ido moderando su accionar político, en el tema ambiental por ejemplo ha ido desarrollando una preocupación por las energías limpias y el medio ambiente, cumplir sus importantes promesas para que pueda convencer al país que vale la pena seguir votando por gobiernos alternativos

Con la victoria de Gustavo Petro se confirmó una tendencia hacia candidatos de izquierda en América Latina, por los triunfos de López Obrador en México, Xiomara Castro en Honduras, Pedro Castillo en Perú y Gabriel Boric en Chile. Pero, ¿cuán cohesionada es esta izquierda, que ahora abarca desde Boric hasta líderes que muchos consideran autoritarios, como Nicolás Maduro de Venezuela y Daniel Ortega de Nicaragua, y en qué se parece a la de hace dos décadas?

En Chile el discurso abiertamente machista de Kast hizo que un candidato como Boris haya conseguido cerca del 70% del voto de las mujeres menores de 30 años, al igual como pudo suceder con el derrotado candidato Rodolfo Hernández en Colombia a favor de Petro.

¿En qué consiste la agenda transformadora con la que llega a la presidencia de Colombia Gustavo Petro?

Con una poca diferencia el izquierdista Gustavo Petro se impuso a su rival, al ingeniero de derecha Rodolfo Hernández, con la participación electoral más alta de la historia: Petro representa a una generación de políticos que se atrevieron desde muy jóvenes a militar en movimientos de pura izquierda y a cautivar a la clase descontenta, que con la evolución del país en las últimas décadas promete avanzar hacia un Estado de bienestar con una fuerte agenda social.

Un programa de gobierno que incluye medidas como la de una reforma tributaria, acabando las excepciones tributarias de los más ricos, incluyendo a las grandes empresas, poner fin de manera gradual al actual sistema de pensiones y transformar el sistema de salud, y educación, con una evolución de la institucionalidad ambiental adaptándola a la situación actual de escasez hídrica y la crisis climática.

Implementar una Política Nacional de Seguridad Hídrica que garantice el derecho humano al agua y el saneamiento, con un enfoque de protección y restauración de los ecosistemas, entre otras no más importantes, como derechos humanos, seguridad, migraciones, tema de fronteras, vivienda y trabajo. Es un plan ambicioso que refleja muchas de las demandas de los estallidos sociales que se han presentado en Colombia recientemente, cuando miles de personas se lanzaron a las calles exigiendo mayor igualdad en un país que en las últimas décadas ha funcionado con un modelo de libre mercado calificado por sus detractores como "injusto" con los sectores menos favorecidos. Las profundas transformaciones que el presidente electo quiere implementar se enfrentarán con grandes desafíos, por ejemplo, gobernar con mayorías condicionadas en el Congreso de la República, mantener el apoyo de la coalición electoral que lo llevó al poder, establecer un puente de diálogo con el empresariado y enfrentar el frenazo económico previsto para los próximos años.

Los desafíos políticos y económicos que enfrentará Petro para cumplir su promesa de transformar a Colombia.

Indiscutiblemente, ha sido un triunfo histórico de la izquierda colombiana. Gustavo Petro Urrego al llegar a la Casa de Nariño, se convertirá en el primer presidente de izquierda que consiguió la victoria con la mayor votación que haya tenido un presidente en la historia política del país, en la que miles de colombianos, esperanzados con los profundos cambios que promete celebraron su triunfo.

Uno de los puntos esenciales del nuevo mandato es que el presidente electo no tiene una bancada mayoritaria propia, no obstante, al momento se supone que gobernará con una mayoría condicionada en el Congreso, puesto que se han unido bancadas políticas que apoyaron al candidato Rodolfo Hernández, de pura estirpe de derecha radical, para que le pueden aprobar el paquete legislativo que contienen sus reformas. A Petro le espera un congreso donde las fuerzas políticas están muy dividida entre distintas facciones y con marcadas diferencias, difícil de manejar, a pesar de sus mayorías, que no dan puntadas sin dedal, acostumbradas a las consabidas mermeladas.

El desafío inevitable en esta coyuntura, coinciden los expertos, es que deberá sentarse a negociar bajo fuertes presiones, no sólo con la amplia coalición que lo llevó al poder que abarcan todos los partidos de izquierdas, sino también con algunos de sus adversarios de diversas tendencias. Él lo sabe, y en su discurso tras el triunfo, ya adelantó que los avances requerirán un gran acuerdo nacional.

Los avances van a requerir acuerdos amplios. Su triunfo refleja que el país busca cambios profundos, pero esos cambios deben realizarse con el apoyo de una mayoría casi que calificada o absoluta. Llegar a acuerdos con otros sectores políticos será clave para avanzar en su agenda transformadora, que necesitará la aprobación de importantes reformas legislativas. Y requerirá de gran destreza política y frialdad siberiana, con inventiva y creatividad, pues para algunas iniciativas necesitará los votos de sectores políticos con visiones y aspiraciones muy distintas a las suyas.

Además de las negociaciones en el Congreso, el próximo mandatario tendrá la compleja tarea de mantener el respaldo dentro de su propia coalición política, que no suceda como está pasando en Chile con Boric y en el Perú con Castillo, que los partidos que los llevaron a la presidencia se han declarado en abierta oposición haciéndole la vida imposible; puesto que se han visto asomos de rebelión en las bases del petrismo que no se sienten representados, para garantizar la gobernabilidad, ya empezaron las divisiones internas en la bancada del Pacto Histórico con la escogencia de Roy Barrera como presidente del Senado de la República, que dicen que no los representa porque no fue democrático, ni concertado y que mucho menos representa el cambio;  por lo que ha tenido que sumar en el balotaje legislativo el apoyo de fuerzas políticas de diferentes matices que por años fueron blanco de sus críticas, representados en figuras como los expresidentes Álvaro Uribe, Cesar Gaviria y demás jefes políticos de los demás partidos contradictores. Es una alianza donde convivirán bajo el mismo paraguas diferentes interese políticos, más aún cuando están a las expectativas que Petro no se vaya a exceder en la agenda legislativa con reformas que toquen sus intereses económicos.

Uno de los grandes riesgos que se presentan en estos casos, es que al estar al mando de una coalición tan heterogénea como fragmentada, Petro se transforme en un general sin tropas. Como en la canción vallenata del compositor Bolivarense Adolfo Pacheco Anillo “Me rindo Majestad” “No habrá venganza por lo que estaba haciendo, somos el agua que busca su nivel, pero si abusas de mi desprendimiento, automáticamente me vuelvo un rey, me vuelvo un rey”

Unos de los grandes desafíos es cómo mantener el apoyo de los grupos que son más de izquierda, por ejemplo, tenemos al senador Robledo que ha sido su mayor detractor dentro de las guerras intestinas que se dan en la izquierda colombiana. Va a tener que definirse, optando por un camino u otro. Si las reformas que plantea se ven como muy radicales podría perder el respaldo de sus aliados más conservaduristas. De igual manera, sucedería si las fuerzas más radicales consideran que Petro está haciendo demasiadas concesiones podrían quitarle el apoyo y ponerlo contra la espada y la pared. Con el tema del empalme se presentaron algunas rebeliones en las bases del petrismo, otras organizaciones gremiales y movimientos históricos que expresaron no sentirse representados- Si solo al comienzo de las sesiones parlamentarias para decidir sobre el acuerdo de Escazú provocó la primera batalla campal. Por eso, muchos dicen que el nuevo presidente deberá tener el talento de un equilibrista en la cuerda floja.

El panorama es incierto, por no ser demasiado claro, porque no sabemos hasta donde le alcanzará su capital político y capacidad de maniobra para obtener los resultados requeridos. ¿Qué sucedería si las mayorías condicionadas en el congreso se revelan torpedeando sus proyectos de reformas más importantes o dilatándolos sesionando a paso de tortuga, para exasperar la paciencia del primer mandatario? Lo que obligaría a Petro a tomar medidas muy drásticas e inimaginables, como la de cerrar el congreso o llamar a una Asamblea Constituyente, para que sea el propio pueblo quien le apoye las grandes trasformaciones que necesita el país, porque sus decisiones estarán también acompañadas de manera pacífica en las calles y las urnas.

Una relación fundamental será la que Petro establezca con el empresariado.

No hay crecimiento sin cohesión social, no hay crecimiento posible en una sociedad fracturada socialmente; he escuchado decir a muchos líderes empresariales en estos días luego de la elección de Petro, que se encuentran muy preocupados, sectores que han expresado una cierta inquietud por sus propuestas de aumentar los impuestos y transformar el sistema de pensiones y las reformas a la salud. Petro tendrá el desafío de dar señales al sector privado, a las empresas, a los mercados financieros, de que las medidas que propone van a ser graduales y fundamentales para el buen funcionamiento del país. Quienes manejan los grandes capitales están a la espera de definiciones, especialmente el sector bancario,

Sus temores se han escuchado con rumores de aumento en el reparto de utilidades entre los accionistas de las grandes empresas y salida de capitales hacia el extranjero, acelerada desde su elección; sin embargo, todos estos aspavientos se han disipados con el nombramiento del académico ortodoxo José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda, persona respetada por el sector empresarial, que abriría un puente de diálogo; algunos han expresado que es oportuna y acertada su designación en estos momento de crisis social, por ser una persona suficientemente progresista y sensata, abierto al cambio. Por el contrario, si el representante de esta cartera trae nuevas concepciones económicas las señales espantarán al empresariado y podría abrirse una especie de aluvión financiero que hasta ahora ha estado soterrado.

De otra parte, para llevar a cabo su ambicioso programa de reformas Petro necesitará mucho dinero. Y los pronósticos coinciden en que, como en buena parte del mundo, en Colombia se avecina un "frenazo económico". El crecimiento podría estar en torno al 2% el próximo año, según las cifras de los expertos financieros, pero podría bajar incluso hasta cero en 2023.

Hay pocos fondos en las arcas fiscales tras una gigantesca inyección de recursos públicos que enfrentaron la pandemia, como de los billonarios contratos suscritos por Duque a última hora de entregar su mandato. Y pese a que el Banco de la Republica ha subido sostenidamente las tasas de interés para tratar de controlar una inflación disparada de más de 9 dígitos, su nivel más alto desde 2000, es probable que en 2022 el país siga enfrentando presiones inflacionarias.

A nivel del presupuesto familiar, los subsidios fiscales que se entregaron masivamente a las personas afectadas por la pandemia están llegando a su fin, como también se está agotando gran parte del dinero circulante gracias a los polémicos retiros anticipados de los fondos de pensiones.

Con bajo crecimiento, alta inflación y un presupuesto fiscal ajustado, el próximo gobierno tendrá poco margen de maniobra para satisfacer las demandas sociales. Tiene el gran reto de aceptar un ajuste macroeconómico y encantar al sector privado, argumentan los analistas económicos. Necesita un ancla fiscal creíble, poner bordes y pactar reformas emblemáticas como impuestos, paliar la crisis de la salud y pensiones.

El reto es gigantesco porque muchos de sus votantes tienen altas expectativas y le pedirán que cumpla las promesas de campaña. Asimismo, deberá sincronizar un programa que es radical en su ambición, pero moderado y gradual en sus ritmos de implementación, con un ojo en el crecimiento económico y otro lo que sucede en la calle.

En los últimos años las cifras de seguridad en Colombia siguen siendo más desalentadoras que en otros países de América Latina, el país ha visto un aumento en la preocupación ciudadana por la inseguridad. No solo a raíz del narcotráfico y la delincuencia común. También está el tema de qué sucederá en la calle. Desde el estallido social grupos radicales han continuado manifestándose, muchas veces con violencia, incluso hace poco los integrantes de la primera línea en los estallidos sociales de los años anteriores presentaron amenazas sediciosas al mandatario electo si no cumple sus promesas de gobierno; y los analistas indican que está por verse cómo reaccionarán esos sectores -y otros que reclaman cambios rápidos y profundos- si el presidente electo opta por el "gradualismo”. ¿Y cómo enfrentará Petro desde la Casa de Nariño las protestas de las que hasta hace poco él mismo formaba parte en su auspicio?, serán 4 años de grandes definiciones en Colombia, que son insuficientes para enrutar a un país que se obligó dar un giro hacia a la izquierda.

Las lamentaciones, nerviosismo y preocupaciones dentro de las huestes uribistas por la pérdida del poder no se han hecho esperar, reflejadas con el ataque frontal, furibundo y desesperado hacia los nuevos ministros, embajadores y otros funcionarios de alto nivel, que han calificado de exóticos y estrafalarios, de los que mucho menos esperaban, por no pertenecer a  las grandes élites acostumbradas a ocupar estos altos cargos, porque siempre eran escogidos los mismos con las mismas, como es el caso del sorpresivo nombramiento del doctor Iva Velásquez como Ministro de Defensa, exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, responsable de la investigación judicial contra la parapolítica y excomisionado de la ONU contra la corrupción y la impunidad en Guatemala, judicializando a tres presidente de ese país; para que “un justo dirija las armas de la nación” y exista una genuina protección universal de los derechos humanos, en especial contra el delito, la inseguridad y los delincuentes de cuello blanco, garantizando su vida, integridad, libertades y patrimonio económico; para lo cual debe generar confianza entre la organización castrense, para que la cúpula militar se comprometa con su operación misional a acompañar al presidente Petro en su propósito constitucional del cumplimiento de los compromisos adquiridos por este especial mandato popular.

Asimismo, sucede con la designación de la médica Psiquiatra Carolina Corcho, la hija de la primera mujer elegida por voto popular en un municipio  del bajo cauca y nordeste antioqueño, quien es una aguerrida activista, que ha luchado por muchos años por el derecho fundamental a la salud, quien está dispuesta a poner en cintura a las EPS, como mensaje de cambio en este sector recogiendo el clamor de aquellos que han sido víctimas del paseo de la muerte, de la precarización del personal asistencial y de todos los que se la pasan haciendo interminables vueltas, trámites y hasta largas filas para que puedan ser atendidos en una institución médica, porque una cosa es el principio de universalidad y otro el de accesibilidad con oportunidad que tienen los usuarios para obtener los servicios que requieren sin que se presenten retraso alguno que pongan en riesgo su vida o su salud, porque se estima que con la vigencia de la ley 100 de 1993, que ha sido un total fracaso en Colombia han muerto en los hospitales más de un millón setecientos mil usuarios, que las EPS dejan morir, esperando la orden para su debida atención, la que se retrasa o nunca llega, crisis por la que atraviesa el sistema de salud que ya hizo metástasis, como otra enfermedad nociva que ha invadido el cuerpo entero del país. La titular de esta cartera tiene un reto bien intrincado, en donde la salud se volvió un negocio, en vez de ser un derecho; por lo que tendrá que enfrentarse a la resistencia y embestida frenética de un gremio muy poderoso, con muchos recursos, omnímodo y omnipotente, con influencias y tentáculos en los grandes medios de comunicaciones y de las élites económicas.

Fueron tantas las razones, constitucionales y legales que colmaron la paciencia de los colombianos, entre tantas, como las del inadecuado funcionamiento por el rompimiento del sistema de pesos y contrapesos, donde se había perdido la división de poderes, puesto que el ejecutivo ha invadido esferas de otras competencias, concentrando poderes absolutos y rompiéndose el equilibrio que debe existir entre las diferentes ramas del poder público, como de los órganos de control. La falta de respeto y persecución por las diferencias ideológicas, es decir, por el que piensa diferente y se declara en oposición, asuntos que han traído como consecuencias el rompimiento de la unidad nacional, como es el caso del seguimiento y abatimiento de los distintos líderes sociales del país.

La profundización de las causas políticas, económicas y sociales por la violencia multipartidista, como de la intolerancia política sectarista, suscitada, además, en el problema histórico del despojo de tierras y concentración en pocas manos, resultando una paradoja, pocos con mucha tierra  y muchos sin tierra, sumada a la falta de una reforma agraria efectiva que impida que los campesinos se sigan desplazando a las ciudades dejando los campos a la merced de grupos violentos conformando los cinturones de miserias, como caldo de cultivo para que sus jóvenes ingresen a la delincuencia por la falta oportunidades de toda índole, por lo que se hace necesario de manera obligatoria la reactivación de los acuerdos de paz, para que Colombia pueda vivir tranquila y segura, porque el proceso de paz es una obra inconclusa que se debe terminar, Colombia tiene una deuda histórica con el campesinado por la pobreza rural y abandono del campo que hoy los tiene sumido en la completa miseria y de ambiente propicio para el desarrollo de los grupos guerrilleros y del; narcotráfico. Petro anunció que el primer acto de gobierno es la regulación de los aranceles para la protección de la agricultura y la industria nacional; este es otro gran reto que debe afrontar la nueva ministra de agricultura Cecilia López Montaño.

Colombia le debe dar vuelta a su historia, porque su pasado no tiene arreglo ni reversa, sino lo que viene, donde exista sana convivencia, haya igualmente una colaboración intergeneracional, una era de restauración institucional y de derechos, para que cesen las guerras fratricidas en los campos y ciudades, acortando la brecha de esa gran desigualdad social que ha conllevado a la polarización  de la sociedad y la política, conllevando a efectos negativos sobre la prosperidad económica y el bienestar social de los colombianos;, es el momento de desinflar esa bomba social, donde no exista más miedo, tanta ira, tanta persecución, se acaben las masacres, asesinatos políticos de líderes sociales y no más desaparecidos, como resultados del horror de la guerra, por ese odio ancestral que llevamos a cuesta, para volvernos una mejor Colombia, donde haya más derechos y menos privilegios.

El peor de los males que carcome las entrañas del país son las diferentes mafias que coptaron todo dentro de la institucionalidad sin dejar nada sano, especialmente en la política, constituida por una generación fantasma, que ponen parlamentarios, diputados, concejales, gobernadores, alcaldes contralores procuradores y hasta magistrados, al igual que los grandes carteles del narcotráfico, unido al terrorismo, la guerrilla, el paramilitarismo, la ilegalidad y los carteles de la contratación, donde se pagan favores políticos con contratos y coimas; importantes clanes políticos que se vuelven intocables, todo esto  convirtiéndose en un emporio criminal, con grandes tentáculos dentro del estado, cuya ideología es el dinero mal habido, protagonistas de una economía oscura, que se sienten a salvo de un sistema judicial arrodillado y claudicado como los demás órganos de control por su inoperancia y complacencia: es decir, un verdadero crimen organizado que se debe desmantelar para que no se sigan quebrando las leyes, que son creadas o modificadas a sus antojo, actuando de manera delincuencial dentro de un marco “legal” que los ampara, construyendo de esta manera capitales y emporios económicos que tienen postrados con las manos atadas a toda la institucionalidad de una u otra forma, donde con la inmensa corrupción rampante todo se lo roban, sin que quede nada a salvo, puesto que el crimen organizado ha permeado todas las esferas gubernamentales de la nación; de tal manera, para que haya cambio debe haber una purga del Estado.

El país tiene que reinventarse, estamos llegando a unos niveles de pobrezas muy alarmantes, con un galopante desempleo, el gran Acuerdo Nacional debe tener la capacidad de hacer un borrón y cuenta nueva, porque con el nuevo gobierno la ciudadanía tiene mucha expectativa de cambio, con una trasformación recóndita, para que se rompa esa relación profunda entre las mafias de toda índole y el poder, porque a merced de esta calamitosa situación se ha perdido la autoridad y la credibilidad de las instituciones, por culpa de quienes en la sombra siguen manejando el destino de nuestro país.

El primer paso que hay que quedar es por el derecho a la igualdad y a la justicia social, recuperándolo del abandono, desterrando el miedo que ha estado sometido por muchos años, mejorando sus condiciones de vida a través de la redistribución de la riqueza para poder combatir la pobreza; los empresarios jugarán un papel muy importante, para acabar con la corrupción, el país vuelva a producir alimentos y no tengamos que importarlos ante este cris mundial alimentaria. en busca de una unidad nacional, para que se acabe tanta polarización; ya que los niveles de empobrecimientos son profundos, 22 millones de compatriotas viven en la extrema pobreza por tantos factores; hay que reconciliar al país y concientizar a  un congreso que le ha, dado la, espalda al país que debe tener la capacidad de auto reformarse, si el pueblo votó por las ideas y las propuestas de Petro, el nuevo gobierno debe darle una orientación política acorde con lo que clama Colombia, puesto que el mundo se encuentra ante una grave crisis energética y alimentaria; evitándose además, que el gran acuerdo nacional no se convierta en una repartija de baratijas, contratos y puestos.

Con el reciente informe de la comisión de la verdad, Francisco de Roux ha señalado que a las naciones amiga les pide ayuda para hacer de Colombia un ejemplo de reconciliación y que dejen de verla como un país que sólo necesita armas para vivir en el conflicto. Es un documento histórico lleno de heridas, sangre y violencia que rompió los espíritus de muchos colombianos víctimas de un problema agudo que necesita un punto final para vivir en paz y no se vuelva a cometer el error histórico a través del barbarismo ideológico con la frase lapidaria de “hacer trizas los acuerdos de paz”, resultando absurda e irrazonable y antipatriótica de quien se atrevió a crearla, sin medir las fatales consecuencias que ha producido en el seno de los hogares colombianos.

Los enemigos de la paz, no tienen el derecho de hablar de guerra sino la conocen que ha cobrado 10 millones de víctimas, nunca han estado en los sitios donde se sintieron con gran rigor el rugir de los cañones y el tableteo de las metrallas, ni mucho menos en carne propia han sido víctima de los avatares de la violencia, como si lo han podido sentir los que hoy claman porque se silencien las furias de las bayonetas asesinas de los grupos alzados en armas. No entiendo por qué a muchos les da rabia en el alma que se acabe la guerra y los hospitales como el militar no atiendan soldados y oficiales mutilados por el fragor de la guerra. Se necesita de inmediato un cambio inevitable e ineludible para el futuro del país. Colombia necesita conocerse a sí misma, quiénes somos realmente, y esa inclusión es fundamental para que muchas heridas y dolor pasen definitivamente. Han sido muchos años de muchas injusticias sociales y por eso es importante lo que está sucediendo ahora UNA OPORTUNIDAD PARA LA RECONCILIACIÓN, LA PAZ Y LA DEMOCRACIA.

Vivimos tiempos sombríos, el nuevo señor presidente Petro se enfrenta a probar su propia medicina del cambio, cuyo axioma serán los hechos que realice, que es el núcleo fundamental de las trasformaciones que Colombia necesita urgentemente; así como el hambre se convirtió en rabia en los tiempos de la monarquía francesa. donde los nobles no tributaban, sólo los pobres, protagonizaron un proceso histórico y una carrera hacia la libertad porque no les importaban los pobres. En esta ocasión de manera pacífica y anhelante lo que el pueblo quiere es hacer parte de la atención gubernamental. Aunque muchos están a favor del cambio, también tiene sus conspiradores y detractores.

El cambio es necesario, es una ley fundamental de la naturaleza que no podemos evitar, permite el desarrollo y el progreso de toda una sociedad, que no hemos sido capaces de afrontar con decisión y dignidad. El derramamiento de sangre a lo largo y ancho de la nación es la oportunidad de pararlo. Sobre esta grave problemática nacional y la intensidad del momento los responsables de garantizar la seguridad pública pueden reescribir la historia de la libertad, igualdad y fraternidad de una nación cansada por la violencia fratricida y la desigualdad social. Los puntos de inflexión juegan un papel importante en el cambio, ya que propician una transición y trazan el rumbo que toma la historia, Son capaces de transformar por completo la vida y de igual manera desencadenar un enorme “eco” que retumbe por milenios en el futuro.

El presidente Petro ha manifestado, que se elevan los aranceles en un 50% para incentivar la producción nacional agropecuaria, que la mujer campesina se convertirá también en eje de la reforma rural en la productividad de la tierra fértil improductiva. Colombia está importando 9 mil millones de dólares en productos de pan coger teniéndolo todo para producirlo, el desempleo como la pobreza en el campo es devastador, donde también abundan muchos problemas educativos, la falta de arreglo de vías terciarias y de penetración, por lo que debe haber flujo en los recursos de créditos, con un banco agrario que ha sido ineficiente, donde no existen subsidios agrícolas para el campesinado más vulnerable.

Entre otras propuestas del presidente electo es la de revisar los dividendos y ganancias ocasionales, respetar la progresividad del sistema tributario, actualización del catastro multipropósito, dejando bien en claro que el primer año de su gobierno será muy movido en el Congreso de la República, pues espera que le aprueben en esos 12 meses las ambiciosas reformas que propuso en campaña. Además, que hará una reforma a la arquitectura institucional que ha propuesto para separar la Policía del Ministerio de Defensa y elevarla al rango de Ministerio de Paz, Seguridad y Convivencia.

José Antonio Ocampo, quien estará a cargo del Ministerio de Hacienda ha puntualizando que los 50 billones de pesos que se necesitan no se recogerán de golpe, sino que será de manera paulatina y gradual. Ahora bien, Ocampo especificó, que, si cada año hay un mayor recaudo, la idea es que para 2026 —el último año de gobierno de Gustavo Petro— se llegue a los 50 billones. El propósito es que ese monto se mantenga para garantizarle a los colombianos las promesas en campaña de que esos impuestos saldrán del bolsillo de los colombianos que tengan mayores ingresos. materializando lo que Petro llamó en plena contiende electoral “la paz total” y que no es otra cosa que un camino jurídico que permita el desmantelamiento del ELN y de grupos armados ilegales como el Clan del Golfo o los reductos que quedan de Los Caparros. Petro, en campaña, planteó en varios debates –e incluso en su programa de gobierno– lo que considera la necesidad de establecer un proceso para desmantelar pacíficamente el narcotráfico, que no mueran ni policías protegiéndonos, ni jóvenes protestando, ni líderes sociales trabajando. No más muerte. Pero hasta ahora no se había definido su piso jurídico para ponerlo a andar.

Asimismo, en una declaración a medios, su canciller designado, Álvaro Leyva, dejó en claro que la intención es que el proceso que se abra sea para todos: “No vamos a excluir a nadie”. En cuanto el compromiso con EEUU es establecer una agenda que fortalezca la relación bilateral para la resolución de nuestra problemática nacional en materia de narcotráfico y cambio climático.

En síntesis, Colombia giró a la izquierda como voto de castigo para una clase política tradicional en crisis y desgastada, por la necesidad de un cambio generacional, reflejado en las movilizaciones juveniles y por el descontento social, en un país marcado por décadas de conflictos y violaciones fragantes a los derechos humanos, para lo cual Petro tuvo que moderar su discurso, presentándose como un candidato socialdemócrata  enfocado no tanto en cambios estructurales sino en asuntos sociales; favorecido por el voto joven, quienes no quieren que su país siga en permanentes conflictos que lo ensombrece todo, como la rampante corrupción, la falta de oportunidades y desigualdad social. Paradójicamente, todas las fuerzas del país pedían un cambio tras el impopular gobierno de Duque, que desató un estallido social catártico inédito.

Al respecto es interesante escuchar al doctor Mauricio Jaramillo Jassir, profesor principal de carrera en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos, Universidad del Rosario, al manifestar:

 “Con el resultado en las urnas este 19 de junio de 2022, Colombia abandona definitivamente más de 70 años del Frente Nacional, y por primera vez, un candidato ajeno a los partidos tradicionales y a su influencia, se impone en las elecciones. El país se ha caracterizado por ser uno de los más conservadores de América Latina. Buena parte de los latinoamericanos giró hacia el progresismo en las primeras décadas de los 2000, incluso el conservador Paraguay con Fernando Lugo, aunque aquello hubiese durado poco. Entretanto, Colombia mantuvo durante 12 años gobiernos derechistas -Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos- que, solo se moderaron en el segundo mandato de Santos, por la urgencia de concretar la paz con las FARC. Entre 2002 y 2014, el uribismo gobernó más a la derecha que, incluso los propios gobiernos conservadores que lo antecedieron en los 80 y 90.

 ¿Qué ocurrió para que, por primera vez, se haya impuesto una plataforma progresista?

En Colombia ha habido, si acaso, liberalismos progresistas, en los casos de Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo, Alfonso López Michelsen y Ernesto Samper Pizano. Representaron paréntesis en la extensa historia de un bipartidismo cerrado, implacable con las alternativas y ortodoxo ideológicamente.  Entretanto, la izquierda orgánica estuvo en desventaja. La lucha armada de las guerrillas, en especial de las FARC, estigmatizó a generaciones, lapidadas mediáticamente y acusadas de condescendencia o aquiescencia con la violencia. Esto incluyó a lo largo de los 80, 90 y en los 2000, el exterminio de la Unión Patriótica (5733 militantes fueron asesinados) resultado de las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno de Belisario Betancourt. En estas elecciones, se pudo observar cómo el lastre de la lucha armada sigue siendo un instrumento para su desprestigio. Gustavo Petro quien ha sido concejal, representante a la Cámara, Senador, alcalde, cabeza de la oposición durante 30 años de carrera, sigue siendo señalado como guerrillero a pesar de haber dejado las armas hace muchísimo tiempo. Incluso vale decir que pocos políticos tienen una trayectoria tan extensa en las instituciones y, ninguno de sus contendores a la presidencia tenía un recorrido siquiera cercano.

¿Por qué ahora Colombia venció los miedos y giró a la izquierda?

 Tres factores lo explican. Primero, en estos años el país se acostumbró a la idea de que Gustavo Petro era capaz de construir un proyecto plural que no pusiera en riesgo del régimen de propiedad privada, ni la economía de mercado. Desde hace 8 meses, ocurrió una suerte de transición en la que Petro, reunido con empresarios, inversionistas y figuras representativas del establecimiento, demostró que, los lugares comunes de la derecha eran infundados. La base que le permitió llegar a 8 millones de votos en la segunda vuelta de 2018 se mantuvo, por lo cual, en este tiempo, se dedicó a buscar los apoyos de centro que le permitieron llevarse la segunda vuelta.

Segundo, los ejemplos latinoamericanos de Argentina, Chile o México han corroborado una tendencia que se ha perfilado desde 2017, un progresismo que toma distancia del modelo venezolano. Ningún gobierno de izquierda elegido ha tenido muestras de simpatía con Nicolás Maduro, ni ha insinuado seguir ese camino. El más enfático, sin duda, ha sido Gabriel Boric, quien califica a Nicaragua y Venezuela como ejemplos de autoritarismo y cuyo acercamiento al centro, ha sido aleccionador sobre cómo este progresismo postcrisis venezolana ha encontrado un nuevo equilibrio tanto en el discurso como en la praxis.

Y, en tercer lugar, tras 28 años de gobiernos de derecha (o centroderecha en el caso del segundo mandato de Santos) Colombia venía pidiendo a gritos una verdadera alternación. El hastío frente al modelo económico, social y las constantes amenazas a la pluralidad, han terminado por convencer a cientos de miles de indecisos de que cambio no es equivalente a salto al vacío.

Petro ganó, además, porque su base de primera vuelta se mantuvo mientras que Rodolfo Hernández perdió un parte, aferrado y dependiente de los votos del uribismo. Paradójicamente, tuvo mayor seguridad de los votos de Federico Gutiérrez que de los propios. Su “desinflada” fue patente a medida que sus extravagancias se hacían públicas y una derecha republicana le fue “soltando la mano” como suele decirse en Colombia. También fue clave el cambio en el discurso minero energético de Petro, pues esa moderación le valió repunte en lo Santanderes, Cundinamarca y Boyacá donde fue castigado en primera vuelta, por la amenaza que, se entendía, suponía su transición energética contra la pequeña minería.

Separada la justificada euforia de la esperada y hasta sufrida victoria, viene el desafío más complejo: gobernar un país polarizado en el que las expectativas y exigencias de cambio abundan y los compases de espera son estrechos. Deberá consolidar el discurso de unidad nacional que ha mantenido, pero con la enorme dificultad que suponen los rencores acumulados durante esta elección. De igual forma, y para no seguir el desastroso ejemplo de su antecesor, le urgirá consolidar una coalición en el legislativo para llevar a cabo las ambiciosas reformas en el plano fiscal, de salud, y en aras de una reactivación económica urgente.

Llegó finalmente el momento del progresismo en el que Petro tendrá la chance de demostrar a la tecnocracia criolla que lo ha tildado de “demagogo y populista” (con un marcado acento peyorativo) que, está en capacidad de poner en marcha un modelo de redistribución en el segundo país con mayor concentración de riqueza en América Latina (región más desigual del mundo) sin sacrificar la estabilidad ni el atractivo a la inversión”.

En fin, es la primera vez que un gobierno de izquierda asume el poder luego del desgaste de 20 años de Uribismo fungiendo como su sepulturero el último de sus presidentes, y es la primera vez que una mujer afrocolombiana llega a la vicepresidencia; donde el sistema electoral salió fortalecido y se conoció en pocas horas los resultados preliminares, alcanzándose el 57.9% de los votos, uno de los más altos desde 1998.

Es el comienzo de una nueva era política y el reinicio de los acuerdos de paz en un país que ha venido luchando contra el conflicto interno de manera incansable durante más de 50 años, dejando a un lado importantes temas sociales. A pesar del apremio en temas de seguridad, ahora la población demandó un cambio basado en lo social, económico y en la lucha contra la corrupción. Para este cambio de timón tuvo una gran incidencia las protestas sociales de 2019 y 2021, donde la población demandó inversión social y la reducción de la brecha social en el segundo país más desigual de la región.

El nuevo presidente debe tener presente que la sostenibilidad del crecimiento para la satisfacción económica en tiempos de crisis, de apertura, de disponibilidad social o frustración colectiva frente a las rancias políticas conservadoras, se debe hacer con una propuesta coherente del porvenir, porque mantenerse en el gobierno no solo es suficiente la voluntad política, porque la clave es una buena gestión permanente y duradera de la economía. En los gobiernos progresistas o alternativos a diferencia de los de derecha un error en economía les cobra hasta la vida; en cambio en la derecha esta clase de errores es tolerable, la izquierda no tiene derecho a equivocarse, pero tiene que aprender de sus deslices hacia el futuro, por lo que el nudo gordiano de esta nueva era política radica en la de tener igualmente una gran capacidad de maniobra para logar una buena gestión económica.

Tras su victoria, Gustavo Petro y Francia Márquez deberán enfocarse en generar coaliciones de gobierno en medio de un país con un alto porcentaje de polarización y con miedo a una izquierda prácticamente inexplorada. De igual manera, deberán trabajar por esa igualdad e inclusión social que fue el centro de su campaña y hacerles frente a grandes retos de más de medio siglo por resolver. El pueblo dejó de pensar con el hipotálamo, el cerebro más antiguo, donde se instala y radica el miedo, sino con los dos hemisferios que gobiernan el pleno entendimiento de la audacia y la esperanza, que lucha por el respeto de las libertades republicanas sin ninguna clase de diferenciación social, que es la identidad de los gobiernos progresistas que convierten las ideas y condiciones dignas en hechos políticos, para lo cual se debe tener la habilidad táctica y la fuerza moral para que exista una voluntad política de cambio genuino. La gente no solo lucha por sus necesidades, sino por sus esperanzas e ideales, por lo que tiene que haber un sentido común de lo que se hace para que genere credibilidad. El adversario no se va a sentir derrotado si no se cumplen las promesas de campañas, porque la derecha aprende mejor de sus derrotas.

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