Estamos en un momento crucial de nuestra historia, en el que las decisiones que se tomen pueden tener un impacto duradero en el futuro de nuestro planeta y en las generaciones venideras.
La química, como ciencia fundamental, ha contribuido enormemente al avance de nuestra sociedad y ha permitido el desarrollo de numerosas tecnologías y productos que han mejorado nuestras vidas de muchas formas. Sin embargo, también es importante reconocer que algunos de los procesos químicos y productos resultantes han tenido efectos negativos en el medio ambiente. La liberación de sustancias químicas tóxicas y la contaminación de nuestros recursos naturales han llevado a la degradación de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y la alteración del clima.
El capital, en su forma actual, ha estado impulsado por una mentalidad de crecimiento económico ilimitado, que ha llevado a la explotación desmedida de los recursos naturales y a la sobreexplotación de los ecosistemas. Esta perspectiva ha fomentado un enfoque de corto plazo en el beneficio económico, sin considerar adecuadamente los costos ambientales y sociales asociados. Como resultado, nos enfrentamos a una crisis climática que amenaza la estabilidad de nuestro planeta y pone en peligro nuestro futuro.
Es crucial comprender que la crisis climática no es solo un problema ambiental, sino también una cuestión económica y social. Las categorías económicas tradicionales han pasado por alto los impactos negativos que la degradación ambiental puede tener en la economía a largo plazo. La pérdida de recursos naturales, la escasez de agua potable, la desertificación y el aumento del nivel del mar son solo algunas de las consecuencias de la crisis climática que afectarán nuestra capacidad para producir y consumir en el futuro.
Para abordar eficazmente la crisis climática, debemos replantear nuestras categorías económicas y promover un enfoque de desarrollo sostenible. Esto implica adoptar medidas que fomenten la transición hacia una economía baja en carbono, reduciendo nuestra dependencia de los combustibles fósiles y promoviendo el uso de fuentes de energía renovable. Asimismo, debemos fomentar la investigación y el desarrollo de tecnologías limpias, promover la eficiencia energética y adoptar políticas que incentiven prácticas empresariales sostenibles.
Además, es fundamental que todos los actores de la sociedad, incluidos los gobiernos, las empresas y los ciudadanos, asumamos la responsabilidad de proteger y preservar nuestro medio ambiente. Esto implica tomar decisiones informadas y conscientes, reducir nuestro consumo excesivo, reciclar y reutilizar materiales, apoyar iniciativas sostenibles y participar activamente en la búsqueda de soluciones.
En conclusión, la crisis climática es un desafío global que requiere una respuesta global. Debemos reconocer la interconexión entre el medio ambiente, la química, el capital y las categorías económicas, y trabajar juntos para encontrar soluciones sostenibles.
Si actuamos ahora, podemos crear un futuro en el que la prosperidad económica esté en armonía con la preservación de nuestro medio ambiente, y donde las generaciones futuras puedan disfrutar de un planeta saludable y habitable.
Este tema tan importante, plasmado en las metas del Plan Nacional de Desarrollo 2022 — 2026, para convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida, está compuesto por cinco grandes transformaciones: Derecho Humano a la Alimentación, Ordenamiento del territorio alrededor del agua, Seguridad Humana, Economía productiva para la vida y lucha contra el cambio climático y Convergencia regional, un compromiso y responsabilidad de todos.